No hay que romperle las pelotas a los hijos

Autor: Alejandro Rozitchner

Hola a todos

Me sorprendió la repercusión de la frase “No hay que romperle las pelotas a los hijos” que publiqué en redes hace unos días, ¿por qué tanta aceptación? ¿Fueron personas en situación de hijo los que se coparon o fueron también personas en situación de padres?

En general es uno en cuanto hijo el que pide que la asociación patomaterna limite su natural tendencia a inmiscuirse en las cosas en las que no les corresponde hacerlo, o que intente aprender una forma de amor no demandante, reprochante e invasiva. Pero presumo que también debe haber habido mucho padre/madre que consciente de estos temitas aboga por una manera más actual y respetuosa de crianza y se sintió representado en la idea.

“Los chicos salen bien” dijo una vez un pediatra generalizando para tranquilizar a padres en general preocupados. Muchas veces se intenta presentar la preocupación como una forma de amor válida. Sin discutir que el amor pueda –a veces- incluirla podemos sin embargo señalar que esta (la preocupación) depende muchas veces más de la ansiedad irresuelta del preocupado que de situaciones reales a las que prestar atención. Vale para relación entre padres e hijos y vale para todo: hay preocupaciones que son excusas para un paso de avasallamiento.

Volviendo al punto: los padres rompen las pelotas. Digamos que un poco está bien que lo hagan (hagamos, ejem) pero que no es bueno pasarse. Los padres se pasan cuando le tiran encima a los hijos los temas irresueltos de sus propias vidas, cuando se obsesionan con el desempeño escolar de las criaturas, cuando pretextando peligros a evitar faltan el respeto a las intimidades necesarias, cuando opinan abusivamente sobre cada decisión o elección de su descendencia. Los chicos salen bien quiere decir también que conviene dejarlos ser y elaborar su propia vida, sus posiciones y deseos, y que de esa forma estos pueden lograr su consistencia personal, esa que una intervención desmedida del “amor” de los padres anula, impide, aplasta, desalienta. Ayudar se puede, sí, pero tal vez resulta mejor por ejemplo que cada chico aprenda a hacerse cargo de su vida escolar, cosa que no logrará nunca si papá/mamá se meten en el tema como si fueran ellos mismos los que estuvieran yendo a clase.

Por otra parte: los padres tenemos que cuidar y querer, más que pasarles el modo correcto de vivir, por el mero hecho de que aun nosotros mismos estamos intentando saberlo. Un caso entre mil para mostrar como el deber se cuela de manera deformante en la formación de los nuevos: es gracioso que muchos lamenten que sus hijos no lean, pero ellos mismos jamás tocan un libro. Y ojo, que nadie dijo que sea imprescindible leer, no me malinterpreten, lee el que quiere, pero tendría que quedar claro que los chicos no deben hacerse cargo de los ideales pendientes de los adultos en cuestión.

¿Y todo esto para qué? Por un lado para lograr la tranquilidad que da saber que los chicos salen bien si uno no les pone la pata encima, y por otro para sacar la conclusión consecuente, que es que lo mismo pasa con nosotros. Hay que sacarle la pata de encima a los chicos y sacarnos la pata en encima a nosotros mismos. ¿Qué sería esto? No aplastar ni aplastarse con la preocupación, no perseguir enloquecidamente encarnar el ideal de lo que deberíamos ser, aceptar que se hace lo que se puede, entregarse a la experiencia y participar de ella, validar el movimiento –la fluidez del existir- en vez de preguntarse "cuándo las cosas se van a quedar quietas por fin” porque la respuesta es “nunca”. Y con los chicos: la mejor crianza no salva a nadie de las dificultades de vivir, con suerte acompaña y ayuda en la medida de lo posible. El padre ideal es un padre imposible, el padre real quiere y ayuda. (Vale para madre, por supuesto, no nos vamos a pelear por cuestiones de género).

Bueno, el tema padres/hijos es amplio y quedan por supuesto muchas cosas por decir. Un par de ellas: mi analista dice que "padre sin síntomas es una desgracia" o algo así, con lo que podemos entender que no es necesario intentar ser seres perfectos sin mácula, porque la presencia de la mácula es inevitable y verla en el otro puede resultar liberador. Lo otro: imagino que muchos padres/madres se van a enojar por la visión que expongo (algunos ya lo han hecho en redes). Les propongo respirar y aflojar. Son ideas, nada más. Ni siquiera hace falta que estemos de acuerdo en todo. (Y ojo con enojarse con los chicos cuando muestran diferencias con nosotros padres, es algo que tiene muy malos efectos y distancia a personas que se quieren).


Alejandro Rozitchner.

Escritor, Filósofo y Nutricionista Intelectual. Las ideas nos mueven. Queremos hacer cosas. Pensar sirve!

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Publicado con permiso del autor.

Actualización: febrero 2022.